miércoles, 10 de diciembre de 2008

Por la senda de la amargura

Me di la vuelta, giré sobre mis pasos y no miré atrás. Allí te deje, sin despedirte, esperando, ilusa de mí, que me siguieses. Seguí caminando hasta el cruce de la carretera. No pude aguantar más y miré hacia atrás. Pero tú, ya no estabas.

No volviste a por mi. No nos dijimos adiós. No me cogiste del hombro para decirme "no te enfades, tonta" mientras me dabas un beso cariñoso en la cabeza.

No hiciste nada de eso.

No hacía falta que lo hicieses. La situación era normal y mi imaginación me jugó una mala pasada.

Yo te necesitaba conmigo, a mi lado, en ese preciso momento. Pero como tantas otras veces, me lo tragué. No dije nada. Dejé que mis adentros se pelearan en una encarnizada lucha por destrozar mi corazón. Otra vez.

Soy especialista en hacer mundos de migas de pan. En hablar conmigo misma lo que tengo que hablar con los demás. En plasmar con palabras mis más profundas emociones.

Por eso hoy me alejé de ti, otra vez. Cabizbaja y triste por una senda que tantas veces he recorrido. Con los ojos a punto de llorar al no sentirte. Con el corazón deshojado al ver como otra vez la respuesta ha sido no.

Y es que tú no me quieres. Y aunque de sobra lo sé, cada vez que me doy cuenta, un témpano de hielo me atraviesa el organismo. Y la única cura que tengo es esputar todas esas palabras en un teclado cansado de leer desamores y tormentos.

Hasta luego te dice una amiga. Adiós te dice un corazón que vuelve a su senda de la amargura.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Por qué eres tan buena escribiendo?

May dijo...

Precioso.
Q cierto es eso de q muchas veces necesitamos q nos agarren del brazo mientras nos marchamos.
Quizás ese sea el momento en el q lo tengamos q hacer nosotros (Espera, no te marches, quedate un rato mas...). Pero cuesta mucho.
1 beso!!

Anónimo dijo...

Estás amargada porque quieres. Te diste la vuelta y el tren partió.

Luis Cano Ruiz dijo...

Anonimo. Nadie se amarga por que quiere. Sólo un tonto tiraría piedras contra su propio tejado. A menudo, las manos que faltan son las que más duelen, y no es fácil consolarlas con las manos que que si que están abrazándote.

Y como tu bien dices, hablas contigo misma cosas que deberías hablar con las manos que si que están.

Y mientras tanto, la terapia del teclado funciona, a su manera.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Alguien me dijo una vez que es mejor ser la última que la primera.
Espero que el consejo te sirva para algo.
Besines!